Faltan pocos días para que se produzca la asignación de plazas de la convocatoria de la prueba selectiva 2015 a plazas de formación sanitaria especializada, y, un año más, miles de compañeros no podrán ver satisfechas sus aspiraciones profesionales porque nuestro sistema sanitario sigue sin apostar por un desarrollo efectivo y real de las especialidades enfermeras a través, entre otras medidas, de una cobertura de plazas acorde con las necesidades existentes.

Todos sabemos que nuestra profesión ha experimentado en los últimos 35 años un desarrollo muy importante a nivel formativo y competencial, constituyendo un gran avance la regulación en 1987, en una primera ocasión, y en 2005, de manera definitiva, de las especialidades enfermeras.

Lamentablemente, la gran apuesta que se hizo en su momento por impulsar el desarrollo profesional de nuestro colectivo y ofrecer una mejor atención y cuidado al paciente y usuario sigue aún sin ser una realidad beneficiosa para todos, ya que las diferentes administraciones públicas (estatal y autonómicas) no han mostrado una verdadera voluntad de desarrollarlas, estando únicamente implantada de manera generalizada en todo el SNS la especialidad de Enfermería Obstétrico-Ginecológica.

Por un lado, podemos hablar de “estafa profesional”, ya que se acumula desgaste y frustración en unos profesionales que, tras seis años de dura preparación e inversión, son abocados a engordar las listas del paro puesto que los dos años de especialidad no les computan en las bolsas como experiencia de enfermeros generalistas. Se encuentran, por tanto, en una situación de doble desventaja respecto a sus compañeros de promoción en lo que respecta al mercado laboral: como generalista y como especialista.

También se trata de una “estafa a la sociedad”, porque el Gobierno forma durante dos años a estos profesionales, hace una inversión en ellos, y, finalmente, no pueden prestar esos cuidados a la población por la falta de tipificación de los puestos de trabajo.

Que un especialista en Pediatría, por ejemplo, acabe trabajando en una residencia de ancianos, y viceversa, implica aceptar una gestión muy deficiente de los recursos humanos y la existencia de una bolsa de ineficiencia que, sin duda, hay que abordar por la gravedad que va adquiriendo la situación.

No se trata solo, ni mucho menos, de que, año tras año, se realice una convocatoria a todas luces insuficiente de plazas EIR. La triste realidad actual es que aún no se ha creado la categoría de enfermero especialista en todos los servicios de salud, ni se ha puesto en marcha un plan para la implantación progresiva de los puestos de trabajo de especialista.

Asimismo, SATSE siempre ha considerado imprescindible que se definan los puestos de trabajo que requieran ser catalogados como específicos de cada especialidad, y el acceso voluntario a  la plaza de especialista por sistema extraordinario para aquellos que ya ocupan dichas plazas y dispongan del título de especialista correspondiente.

También entendemos fundamental que se regulen las funciones específicas de los enfermeros especialistas de acuerdo con las competencias profesionales previstas en los programas formativos correspondientes.

En definitiva, la falta de desarrollo de nuestras siete especialidades supone, sin duda, un lastre muy importante para que la enfermería ocupe el lugar que se merece dentro de nuestro sistema sanitario.

SATSE lo tiene muy claro y, una vez se constituya el nuevo Gobierno, centrará su acción reivindicativa en este asunto plenamente convencido de que la profesión ha esperado más que suficiente para constatar que los compromisos normativos también se convierten en hechos.