Experto en devolver botes de humo a los grises y, ahora, en naranjas gracias a un huerto con tecnología israelí, este hombre ‘manitas’ que iba para tallista y misionero se hizo enfermera (sí, dice enfermera con total naturalidad) por pura casualidad para después volcarse por completo en la profesión.

Nada más ser elegido máximo responsable del Sindicato de Enfermería Satse, Víctor Aznar fue a por su mujer para que le diese permiso para hipotecar su propia casa. Con lo que le dieron montó y desarrolló la organización, donde lleva toda la vida. Cuenta a ‘Revista Médica’ que le han puesto hasta pistolas sobre la mesa y que incluso ha convertido a brujos nicaragüenses en semienfermeros, todo mientras convertía a Satse en todo el referente sindical y sanitario que es hoy.

Secretario general de Satse durante 12 años y, ahora, van 16 de presidente. ¿Cómo empezó su aventura sindical?

Creé un sindicato en 1983, que se llamaba Sindicato de Enfermeras de Zaragoza. Después, hice otro, que era el Sindicato de Aragón. Cuando acaba la dictadura y empieza la democracia, veo que en los hospitales siempre había dos poderes fácticos: los médicos, por un lado, y por otro, el personal de mantenimiento. Y las enfermeras, que eran las que estaban todo el día en el hospital y que era el colectivo más grande, no tenían suficiente representación. Así que empezamos a movernos. Y hasta ahora.

Empezó a moverme el orgullo de conseguir que las enfermeras cada vez sean más vistas por la sociedad y más reconocida por la Administración. Esto es para mí como un hijo. Cuando participas en crear algo y ves que esto va creciendo y creciendo, y sobre todo en la época de crisis… Desde las primeras elecciones sindicales somos la primera fuerza en este país, y somos un sindicato de enfermeras. En el sector público hay unas 180.000 enfermeras y tenemos 110.000 afiliadas. O sea, que ese orgullo permanente de crecimiento y de reconocimiento por la enfermera es lo que me hace seguir.

¿No se ha cansado en este tiempo, o no le han entrado ganas de tirar la toalla, de volver al hospital?

Víctor Aznar, de niño, recogiendo un premio por una de sus tallas Sí, de hecho me dieron las ganas una vez. No es normal para mí que un sindicato tenga un presidente; lo normal sería un secretario general. Pero cuando yo tengo 40 años, me planteo una retirada. Nombramos un secretario general, que era de Jaén, Pepe Martos, y yo me quedo como una figura institucional. Fue por el estrés. Hay que tener en cuenta que nosotros, en 30 años, de no tener ni una sede, ni afiliados, hemos pasado a ser la mayor fuerza sindical, con oficinas y aulas por todo el país. El crecimiento y la gestión de esto es de casi una multinacional: tenemos un montón de complejos turísticos (tanto en Puerto Banús como en Jaca, Castellón, Cuenca…). El ritmo era tan fuerte y grande que dije: vamos a intentar empezar una segunda parte. Y cuando yo tengo 40 años decidimos hacer eso. Después, por diferentes motivos internos, de problemas personales de Martos, vuelve el sindicato a hablar conmigo y yo recupero la cabeza. Por eso es la figura del presidente.

¿Cómo ve todo lo que ha creado en Satse bajo su mano: de la nada a ser un sindicato de referencia internacional?

Estoy orgulloso por tener un sindicato tan importante y porque lo que las enfermeras, a través de la figura legal que es el sindicato, hemos conseguido. Pero hay una parte de un poco de reflexión interna, que me quema un poco. Yo entiendo que el sindicato lidera la reivindicaciones, pero creo que las enfermeras… hay otros colectivos y profesiones, los propios médicos, que tienen como seis ideas claras, ya sea en Cuba, Nicaragua, Alemania o España. Y las enfermeras anteponen los intereses de los usuarios. Y tienen como una desconexión de la realidad reivindicativa. Esa es la gran duda. El sindicato es muy fuerte, es un referente, pero tenemos que mejorar lo que es la conexión del colectivo a lo que es el sindicato.

¿Por qué una profesión eminentemente femenina la representa un hombre?

Es una de las contradicciones del país. Yo digo, en plan broma, que son tan inteligentes las mujeres que el papel más importante de la organización siempre se lo reservan ellas, que es en las secciones sindicales y el atender a los afiliados. Es un tema curioso. Lo que sí que es cierto es que en esta organización, en los últimos 4-8 años, el 70 por ciento de los cargos son mujeres. Creo que ni por edad ni por sexo tienes que desplazar a nadie.

Está claro que como en el conjunto del sindicato la mayoría es de mujeres, esto tendrá un límite y en el próximo congreso me echarán (risas).

¿Quiere que su sucesor sea una mujer?

Entiendo que tenga que ser una mujer, pero no porque sea mujer, sino el mejor profesional y que mejores condiciones tenga para presidir la organización. Y si además es mujer, pues perfecto.

Cuando estudió Enfermería, era una época en la que la mayoría de mujeres era todavía aún mayor. ¿Cómo vivió aquella ‘desigualdad’ desde dentro?

El presidente de Satse, de espaldas, lidera una manifestación del sindicato enfermero Estudié en una escuela curiosa, en la de la Universidad Pública de Zaragoza. Y allí, en aquella época, cuando nos presentamos a los exámenes, aprobásemos o no, solamente podían entrar 100 mujeres y 25 hombres. Además, nos separaban en las aulas: las mujeres a un sitio y los hombres, a otros. Y eran casos tan curiosos como que en aquella época, una de las luchas que tuvimos era que un hombre no podía ser matrón. La sociedad era diferente, las situaciones eran distintas, y eso es lo que ha evolucionado.

¿Cuál cree que ha sido el mayor logro que ha conseguido para la profesión sanitaria?

Conseguir que las enfermeras tengan voz, que se las vea; que en todos los ámbitos de negociación se hable de enfermeras, que se nos reconozca como profesionales tan importantes como otros, y que cada vez más se pase del rol individualista de cada profesión al rol del equipo profesional.

¿Cuándo fue la última vez que tuvo pacientes entre sus manos?

Todos los días. Por ejemplo, este verano con los mosquitos famosos que hay en la costa, atendí a niños e, incluso, alguno que vino con los ojos hinchados. También he ejercido en algún avión con algún paro cardiaco. Pero soy un caso atípico. Dejé la asistencia directa en el año 1986 y desde entonces, ininterrumpidamente, no he ejercido. Aunque después tienes que ejercer en el entorno familiar.

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