Nuestro Sistema Sanitario se ha convertido de un tiempo a esta parte en el protagonista de numerosos debates públicos que abordan, desde diferentes perspectivas, su situación actual y futura.

¿Cómo estamos? ¿Qué queremos? ¿Qué podemos hacer para asegurar y mejorar lo que tenemos?… éstas y otras preguntas, con sus correspondientes respuestas, se plantean en diferentes escenarios en los que, siguiendo con el símil teatral, los actores principales son los políticos y gestores públicos, incluso, en algunos casos, los propios profesionales, y los secundarios, o directamente sólo el público, los pacientes.

Una de las frases recurrentes utilizadas en estos debates es que el usuario es el centro de nuestro sistema sanitario, entendido eso sí como un sujeto pasivo al que se le da un servicio y no como un agente activo que puede también colaborar en la mejora del mismo.

Partiendo de la premisa simplista, y también interesada, de que el paciente no entiende y sólo se va a dedicar a pedir más recursos, las diferentes administraciones sanitarias no propician, salvo contadas excepciones, herramientas de colaboración y participación ciudadana. Algo que, sin duda, perpetúa un modelo sanitario alejado de aquel del que dice es su principal prioridad.

No se trata de que todo deba decidirse de abajo arriba, ni mucho menos, pero sí que se busquen mejores formas de conexión con la comunidad, propiciando así una mayor participación de todos los agentes implicados en el proyecto común de asegurar unos estándares sanitarios de calidad.

Dicho esto, y después de reivindicar una mayor participación social en el funcionamiento actual y futuro del SNS, defiendo con el mismo ahínco la necesidad de un uso más responsable de los servicios sanitarios por parte de todos los ciudadanos.

Sea por tradición, costumbre o forma de ser, somos un país muy propenso a la queja y la demanda pero poco dado a la autocrítica colectiva y es cierto que en el ámbito sanitario, como en otros muchos, vemos más la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

Así, una frase también muy recurrente como es la de que ‘la sanidad la hacemos entre todos’ se queda en una mera declaración de intenciones cuando los ciudadanos realizamos una utilización irresponsable de sus servicios. Un ejemplo manido, pero muy real, es el de acudir, en ocasiones, a los servicios de Urgencias como si deconsultas de Atención Primaria se tratase.

Distintas normativas han regulado sobre los derechos y deberes de los ciudadanos como usuarios del sistema sanitario y, en este sentido, comparto su objetivo de que éstos sean plenamente conscientes de sus responsabilidades, no sólo en lo que respecta a una utilización adecuada de los servicios sanitarios, sino también en el cuidado de su salud y en el respeto a los profesionales y otros usuarios.

En definitiva, necesitamos un modelo sanitario más participativo y conectado al igual que ciudadanos más responsables y conscientes de que tienen también en su mano la sostenibilidad futura del sistema.

Aquí puedes leer el artículo de Víctor Aznar en ConSalud.es